viernes, 24 de octubre de 2014

TANGO SIGLO XXI, POETAS



SOY 
Mariano Pini

Para todos aquellos que compartieron conmigo la palabra,
A las mujeres que este año intrepretaron mis canciones: Marisa Vazquez, Jacqueline Sigaut.
A los amigos que cantaron mis temas: Roberto Minondi, Pedro Rueda, Roberto Calvo, Nico Favio.
A los músicos que han colaborado en la caliente tarea de crear canciones: Marisa Vazquez, Marcelo Saraceni,
Manu Navarro, Jorge Giuliano, Guido Iacopetti, Jesús Hidalgo, José Arenas, Enrique Giuliano, Ignacio Camueira, Juan Iruzubieta.
A quienes en distintas madrugadas acompañaron mi voz en un poema: Javier Díaz González, Jorge Giuliano, el Duende Garnica, Luciano Tobaldi, Gastón Harisquiry, Anibal Corniglio, Leandro Nikitoff.
Al editor de mi gran sueño, el libro "La Calesita de barro", Matias Mauricio.
A los poetas de esta nueva Buenos Aires que me bancan con su palabra y me aconsejan y se juegan por estar al lado de los pibes que empezamos a remarla: Marta Pizzo, Norma Montenegro, Hugo Pardo, Raiumundo Rosales, Norma Montenegro, Diego Holzer.
Al Espacio Cultural Oliverio Girondo donde presenté mi libro y al Teatro Orlando Goñi donde hice la presentación de mis canciones.
A quienes me invitaron a recitar en sus noches: Viviana Scarlassa en el Faro, Marisa Vázquez en el Teatro Castelao del Centro Gallego y en tantas madrugadas, José Arenas, al Bar Los Laureles, Christian Darío Marelli, Nico Favio, Gastón Harisquiry, Bárbara Grabinski, el Duende Garnica, Jorge Giuliano, Jacqueline Sigaut, Hugo Araujo, Pedro Rueda, Martín Maciel.
A los programas de radio que tuvieron la amabilidad de invitarme a difundir mi obra: Carlos Gorrindo de las 2 x4, Martin Maciel de Ruitales Urbanos, Osvaldo Miramontes, Fractura Expuesta.
A Sergio Veloso por invitarme a dejar mi voz en su nuevo disco.
A Bárbara Grabinski que ha puesto mi nombre en su disco mencionándome entre sus amigos.
A Nacho Wisky.
A Marga Ferreira.
A mis viejos.
Al bar Los Laureles.
A Naual, Laila y Tarek que me siguen haciendo mas linda la vida.
A todas las voces que he conocido en este año, hermanos, poetas,
gracias por leerme y sobre todo gracias
por encender el fuego vibrante de las guitarras, del papel y de las madrugadas.


Soy el que se fue en la noche
para volver trayendo un equipaje de cansancios.
Soy el que tejió pañuelos despidiendo trenes en la infancia.
Soy el embriagado por la cara de la luna
cuando cae sobre el lomo del asfalto de Boedo y Tarija.
Me indagaron en verano
los ángeles caídos en desgracia por las balas policiales,
revolviendo el puchero con una cruz y un huesito,
querían saber de donde es que volvía,
y tuve que mostrarles una herida sobre el alma
pa´ que sepan que habitaba en el amor,
y arremangué los pantalones
pa´ mostrar en carne viva cicatrices de potreros
y exhalé un poquito de mi aliento pa´ que huelan
que llevo en la garganta una tropa del sur,
un vaso de vino y un puchero.

Soy el condenado a vida, vagabundo del alba y sus misterios,
soy el que tiene todavía en el pellejo
las gotas invencibles del verano viejo.
Soy el que se fue en la noche, soy el que no puede y sigue.
Tengo en las orillas de los ojos el vermu de los domingos,
y hasta el lago imaginario
donde se buscan todavía los cisnes de maceta.
Soy el vagabundo eterno de la rambla de tus noches,
porque se que soy aún
la manito del pibe abriendo puertas de los taxis,
el gorrión que se murió de asfixia
sobre la noche hambrienta de la plaza Constitución.

Vengo de las noches demoradas de un invierno
en que mi viejo, acaso sin saberlo,
me leía cuentos de héroes y gambetas
cuando su palabra pronunciaba:
Grillo, Erico, de La Mata, Ceconatto…
Soy el que vio pasar el tren despacio por la cancha
y el que conoce el alba justo en el momento
en que se apaga el vino brutal de los obreros.
A mi que me dijeron una vez
“ojo con meter los pies dentro del charco”
y entonces yo metí las manos, las ganas, la tristeza
pa´ rescatar de los cordones de mi barrio los barquitos,
las mareas, y el tiempo mas querido y navegado.

Te puedo asegurar que he visto al fuego
en un vaso de vino derramado,
que se que no se pierde la constancia
cuando se busca con paciencia un beso en la guitarra.
Soy el que desarma los trenes en la noche
como juguetes que el olvido arroja entre cenizas,
soy el que una tarde vio al verano tejiéndole una flor a los manteles.
Soy el que trepó en la noche
para salvar a puño y a guitarra
el beso que dejaron sin abrirse los amantes y los acobardados.
Soy el que volvió del bosque llovido por abrazos
con un fusil de labios perfumados,
soy el que despunta en bares el vicio de la noche y de sus diablos.

Vengo desde tantos vinos que ya se me confunde su color
con algo del bordó de los zarpazos.
Vengo del un lugar donde se abisman trenes,
soy el que se queda en los andenes del olvido
por no saber romper la vara de un recuerdo.
Soy el que conoce al barrio casi tanto como aquellos
que dejaron sus hazañas en los patios.
Y soy el que en esta mesa espera que los vasos
lo lleven por el túnel de los nadie,
con un dolor de obrero en la solapa
y una tarde Avellaneda dormida en la camisa.

Soy solo un pichón,
tan solo eso, pichón de la palabra de quienes me precedieron:
Alorsa, Raimundo Rosales, Hugo Pardo y el Nacho Wisky.
Soy un pichón herido, si, como dice el tango,
pero herido en un ala sola,
¡todavía tengo la otra!

¡y con ella me basta
para incendiar de palabras el mundo!.


31 de diciembre de 2013  
(página de facebook de MARIANO PINI)

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