miércoles, 28 de agosto de 2013

HORACIO BUTLER, PINTOR

HORACIO BUTLER

(Buenos Aires, 1897 - 1983)

Horacio Butler 
Nace en Buenos Aires en 1897. Luego de un breve paso por las aulas de la Facultad de Arquitectura y por la Academia Augusto Bolognini, en 1915 ingresa en la Academia Nacional de Bellas Artes donde coincide con Héctor Basaldúa y Aquiles Badi –ya compañeros de “la Bolognini”–, además de Lorenzo Gigli, Alfredo Bigatti, Antonio Gargiulo, Lino Enea Spilimbergo, Pedro Domínguez Neira y Emiliano Aguirre, con quienes inicia una amistad que duraría por siempre.
Desilusionado por la enseñanza recibida en la Academia –orientada por Cesáreo Bernaldo de Quirós hacia un naturalismo derivado de la pintura au plein air–, estimulado por las cartas que, desde Milán, le envía Aquiles Badi y ávido de nuevos rumbos para su vocación artística, en 1922 emprende el viaje a Europa gracias a la ayuda económica de Rosa Butler, su tía paterna.
Se instala en la colonia artística de Worpswede, cerca de Bremen, Alemania y allí, entre la bohemia y el cultivo de un espíritu contemplativo, toma contacto con la pintura expresionista al tiempo que conoce la obra de Cézanne, artista que deja una profunda huella en su trayectoria. En la Alemania de posguerra, desmoralizada y vencida, el joven artista ve transformarse sus modestos recursos en una pequeña fortuna que le permite permanecer en Europa sin apremios. Asiste con entusiasmo a conciertos, teatros y museos. Las obras de Van Gogh, Renoir, Chagall y Paula Modershon le van descubriendo las nuevas posibilidades del arte.
Luego de permanecer seis meses en Worpswede, tras una breve experiencia en París, una fugaz estadía en Viena y un viaje a Milán –siempre en compañía de Badi–, decide radicarse en la ciudad luz donde ocupa un taller en el 51 bis, rue Cler. Casi inmediatamente inicia actividades: alterna la práctica de modelo vivo en la Academia de la Grande Chaumiére con las clases impartidas en el taller de André Lhote. Al cabo de un tiempo, decide hacer otra experiencia de aprendizaje bajo la dirección de Othon Friesz. Allí, a las nociones de construcción y síntesis, rectoras en los cursos de Lhote, añade el sentido de unidad, que integra luz, figura y fondo en un todo armónico y expresivo. De ese modo y con una mirada muy atenta al arte del renacimiento, Butler se enmarca dentro del “retorno al orden” practicado en el contexto de los nuevos realismos de la Escuela de París.
Mientras tanto el barrio de Montparnasse define el espacio en cuyos cafés mantiene intensos y reiterados encuentros con sus compañeros argentinos.
En 1928 regresa brevemente a Buenos Aires para organizar el Primer Salón de Pintura Moderna en las salas de la Asociación Amigos del Arte. Junto al artista exponen Antonio Berni, Aquiles Badi, Héctor Basaldúa, Lino E. Spilimbergo y Juan Del Prete.

Entre 1923 y 1931 hace sucesivos viajes a Cagnes, primero, y Sanary, después. Las temporadas estivales en estos pequeños pueblos de midi francés suponen para Butler el contacto con la naturaleza y la incorporación del paisaje en sus obras. Al mismo tiempo, a partir de 1929 comienza a realizar envíos a los salones de Otoño y de las Tullerías de París.
Una exposición colectiva realizada en la galería Zak, en 1930, le permite mostrar obras junto a Joaquín Torres García, José C. Orozco y Diego Ribera. Al mismo tiempo que trabaja en sus pinturas, realiza también pequeñas esculturas en metal e incursiona en el campo de la escenografía, trabajos que continuará tras su regreso al país.
En 1933, con la compañía de las cantantes Jane Bathori y Jacqueline Ibels, Butler se embarca rumbo a Buenos Aires. Ese año, ya instalado en nuestra ciudad, realiza su primera exposición individual en Amigos del Arte donde incluye, además de pinturas, maquetas escenográficas. Por mediación de Estela Mora de Cárcano, el Museo Nacional de Bellas Artes adquiere el óleo La siesta, de 1927.
A instancias de la madre de Manuel Mujica Láinez realiza el argumento y los decorados para una pequeña obra que se representa en el teatro Ópera. Alberto Morera encarna a un viejo cazador y Emiliano Aguirre se hace cargo de la música. También en 1933, junto a Badi, Basaldúa, Berni, Gómez Cornet, Pettoruti y Spilimbergo, firma un manifiesto en oposición al Salón Nacional que es pegado en las paredes de Amigos del Arte.
En 1934 alquila, sobre el río Carapachay, en el Tigre, una casa-taller donde retoma el contacto con la naturaleza, para hacer de ésta uno de los ejes centrales de su obra. Ese mismo año participa en la Exposición Internacional de Pittsburg.
Junto a Aquiles Badi abre, en 1936, el Atelier Libre de Arte Contemporáneo. Al año siguiente participa en la Exposición Internacional de París: envía obras y decora el panel destinado a la sección de turismo. Comienza también a ilustrar diversas publicaciones para las editoriales Sudamericana y Losada, ocupándose entre otras, de Green Mansions de G. E. Hudson, que en edición de lujo, es publicada por Alfred A. Knopf.
En 1941 contrae matrimonio con Lucía Capdepont. Ese año realiza la escenografía de Estancia de Alberto Ginastera y es invitado por el agregado de informaciones de la Embajada Norteamericana a conocer los Estados Unidos, viaje que realiza junto a Ezequiel Martínez Estrada, Sebastián Soler y Teodoro Becú.
Dos años más tarde se incorpora como profesor en la Academia Nacional de Bellas Artes, entonces dirigida por Pío Collivadino. Además es elegido Miembro de Número de la Academia Nacional de Bellas Artes y comienza a ejercer como jurado en el recientemente organizado Premio Palanza.
En 1945 realiza una exposición individual en la galería Müller y en 1950 otra, en el museo Genaro Pérez de la ciudad de Córdoba. Al año siguiente el teatro S.O.D.R.E. de Montevideo le encomienda los decorados y trajes de La zapatera prodigiosa de Juan José Castro y en 1947 la Scala de Milán representa Proserpina y el extranjero, con escenografía del artista.
Hacia 1964 comienza una serie de tapices que culmina con el dedicado al testero de la iglesia de San Francisco, de grandes dimensiones.
Entre 1956 y 1966 la galería Bonino le dedica cinco exposiciones individuales y en 1968 las galerías van Riel y Bonino organizan conjuntamente una retrospectiva con 38 pinturas, 12 tapices y 5 láminas de metal. El catálogo impreso en la oportunidad incluye un texto crítico de J. A. García Martínez.
Entre las distinciones obtenidas cabe destacar, el Gran Premio Cinzano (1957) y el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes (1973). Paralelamente a su actividad artística, Horacio Butler escribe tres libros: La pintura y mi tiempo (1966), Las personas y los años (1973) y Francisco (1978).
Fallece en Buenos Aires, el 17 de marzo de 1983.
La obra de Horacio Butler está dominada por las dos grandes influencias recibidas durante los once años que permanece en París. De este modo, si la búsqueda de equilibrio y claridad formal son clara expresión de su aprendizaje con André Lothe, en cuyas clases incorpora la noción de “construcción”, su tendencia romántica lo aproxima a las enseñanzas de Othon Friesz, quien lo vincula con el expresionismo de filiación fauvista. En este sentido, el rigor cézanneano de sus primeras obras, es transformado por el empleo del color como elemento expresivo. De esta manera, aborda el paisaje y recrea en él sus experiencias emocionales. Es en la localidad del Tigre donde profundiza las prácticas iniciadas en Worspwede, Cagnes y Sanary. Sus motivos son el referente más característico de sus pinturas.

Si el paisaje es uno de los géneros más recurrentes en su obra, el artista no desdeña la figura humana, la naturaleza muerta, la pintura histórica, el retrato e incluso la sátira y los temas religiosos. Su espíritu inquieto lo lleva de la pintura de caballete al terreno de las artes aplicadas. Escenografías, ilustraciones, decoración de interiores o tapicería, son territorios explorados con inagotable capacidad creadora.


fuente: BUENOS AIRES.GOB.AR

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