PEDIDO DE MANO.
LUIS LANDRISCINA
Una cosa que ha
ido variando con el paso del tiempo, y recurro también a la memoria de los
mayores: el protocolo o la institución que fue alguna vez el noviazgo. Y esto a
los más chicos les va a resultar hasta risueño, gracioso tal vez, porque yo voy
a refrescarles la memoria a los mayores lo que era estar de novio hace unos
años: primero había que conseguir la dama, que ella viera si el venía con
buenas intenciones, le dedicara alguna sonrisa y se encontraran a la salida del
cine, a la salida de misa o en un baile. Pero cuando ya se entablaba una
relación, uno no podía llegar hasta la casa; llegaba una cuadra antes, porque
no estaba autorizado ya que no había pedido la mano.
Y las madres de
las chicas se justificaban con las vecinas diciendo: es una
"simpatía" de la nena pero no hay nada serio todavía. Y cuando se
establecía la relación ya concreta y la cosa pintaba para casamiento, había que
pedir la mano y había que ir a la casa de la novia, y había un rito para esto.
Se elegía una noche, que podía ser jueves a la noche o sábado a la noche, y se
hacia cena con picada y todo, y los dueños de casa, o sea las familiares de la
novia, se vestían como para comunión, todos de negro o azul oscuro; a veces
hasta los abuelos estaban para conocer al candidato, y los más chicos con un
moño enorme, parecían gato de rico... Y venia el novio y saludaba a todos, mano
a mano, y se comía en un clima de cierta rigidez protocolar: se agarraba el
cubierto como nunca se agarraba con el dedito para arriba, y no se volcaba vino
para nada, y después de la cena el padre y la madre de la muchacha lo invitaban
a pasar a la sala al candidato. La chica quedaba afuera y él exponía sus
intenciones y sus posibilidades en la vida. Y de acuerdo a si llenaba las
expectativas que tenían los padres para el futuro de su hija, le decían.
-Bueno, desde la
semana que viene puede considerarse como uno más de la casa, casa que entendemos
que usté va a respetar, respetando a nuestra hija. A partir del jueves que
viene, usté puede venir jueves y sábado de noche, domingos a la tarde, porque
el lunes se trabaja, y los jueves y sábado incluye cena en la visita; usté va a
ser bienvenido en nuestra mesa. Y hay novios que han engordado con el sistema.
Y eso no me pueden negar que ha cambiado, porque hoy en día si los hijos te
avisan que se van a casar ya es un homenaje a los padres. Hay algunos que te
avisan después. Y bueno: éste es el caso de la historia que les voy a contar.
Una chica de este tiempo con un muchacho de aquel tiempo. Mejor dicho, el padre
de la chica, hombre de aquel tiempo; la parejita, de esta época, modernos los
dos.
El padre de la
chica, patriarca, conservador, tradicionalista, fiel a sus propios principios y
convicciones, llamó a su hija y le dijo:
-Dígale al mocito
ése que anda con usté que venga a hablar conmigo en relación a uste.
Y la chica muy
moderna le dice:
-¡Pero, papá!
¡Estas cosas no se usan más ya!
Le clavó los ojos
el viejo.
-Lo que se usa de
las puertas de casa afuera me tiene muy sin cuidado. A mí me importa lo que se
usa de las puertas de casa para adentro. Las leyes de la casa las dicto yo, y
usté es parte de mi casa. Y dígale al caballerito ese, eh, que si quiere seguir
viéndose con usté lo espero hasta el jueves. Después del jueves que busque otra
novia. Y viá tener la delicadeza de esperarlo con una cena.
Y fue la chica a
hablar con el muchacho y le dijo:
-Mira que vas a
tener que hablar con papá.
-¡Está loco tu
viejo!.
- Pero mirá que
papá...
-¡Pero esta loco!
¿Qué te pensás! ¡Qué me voy a vestir de D’Artágnan como en el siglo pasado; voy
a ir con la capa y la espada y el sombrero y le hago la corte...? ¡Nooo!, ¡Eso
es del siglo pasado! ¡Disculpame, Carmencita!.
-Mirá que papá
dice que no nos vamos a ver más...
Así que por
cariño a la chica al final fue. Jueves a la noche: picada y cena. En la picada
nomás ya el padre vio mal parado al candidato. Así que lo encaró antes, cosa de
ahorrarse la cena. Lo hizo pasar para adentro; se sentaron, se sentó, mejor
dicho, el padre de la chica, a él lo dejó parado; cerró la puerta; no había mas
nádie; de hombre a hombre: era la cosa. Un sillón de esos de gobernación de
provincia, bien afirmado. Lo miró a los ojos y dijo:
-Usté verá qué es
lo que me tiene que decir, mocito.
Y el otro, medio
desfachatadón dice:
- Bueno, yo le
vengo a avisar para que no se entere por boca de ganso, que ando noviando con
su hija y quise avisarle algunas cosas de mi vida pa’ que no se las tenga que
averiguar por las chismosas de la zona. Soy bastante trasnochador, fumo y chupo
como loco, me doy vuelta p’afuera, soy muy timbero, vivo en el hipódromo, me
encanta la timba...
Al viejo se le
iba encrespado el cuero del cogote... como puma para saltar... Y el otro sigue
enumerando sus virtudes.
Dice
-Soy bastante
mujeriego, gracias a Dios...
No podía creerlo
el padre de la chica.
-¡Pero usté no
tiene vergüenza!
-Tampoco tengo
vergüenza... Eso sí: tengo tres estancias y una fábrica funcionando.
-Bueno -dice el
viejo- ¡Perfecto no hay nadie en la vida!.
PEDIDO DE MANO.
LUIS LANDRISCINA.
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