jueves, 29 de noviembre de 2012

FERNANDO OCHOA



DECIR DE SUELO NATIVO (CAMPO Y CIUDAD)
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La recia y cálida personalidad de Fernando Ochoa rechaza el sentimiento al reportaje amoldado a las clásicas estructuras, y su voz, enriquecida en las intensidades emotivas, cuyo dominio le permitió expresar en la calidad de su arte las profundas inquietudes de los más puros acentos y los ritmos del folklore nacional, se adapta más cómodamente al monólogo o al diálogo amistoso. 

Entonces, al hablar con él se trasmuta en un enfrentamiento con la propia franqueza, con la pasión, con la gallardía y con la verdad cruda y magnífica avisorada en la inmutable toponimia de las dilataciones pampeanas o en el agreste perfil de las altas montañas norteñas.

Veleros del recuerdo traen en su voz las imágenes del pasado: "Nací -dice- en un amanecer de este siglo. Me crié en Zárate y me nutrí de poesía en Entre Ríos. Partí detrás de unos pájaros y llegué a Buenos Aires siguiendo unos ojos. Desde entonces ando por el mundo en pos de un ideal." 

En esa constante búsqueda aún no concluída, las circunstancias de este mundo parecen no pertenecerle, aunque luche y angustie en el afán de apartar los sufrimientos que la cotidiana realidad del vivir insiste en poner en la ruta de los que como él avanzan por la senda de lirismo 

Su morada, entronizada en pleno corazón de la populosa urbe porteña, constituye el evidente testimonio de esa permanente y acuciante consagración a la belleza. 

Allí, rodeado de símbolos tangibles de su exitoso tránsito artístico por todos los caminos del mundo, los días y noches de Fernando Ochoa no se conjugan más que en dos tiempos: el estudio y la creación. Un riguroso sometimiento, sin pausa ni descanso, al imaginar, al crear, al aprender. Y trasponiendo los límites materiales de ese recinto de encantamiento, recién entonces plasma el íntimo diagrama de sus sueños en sus presentaciones radiales, teatrales o televisivas.
 
Pero todo eso no  es  más  que  una  parte  de  Fernando Ochoa, por que  el sólo conocimiento de las cosas no conforma, no hace al artista. 

Es el desarrollo de lo que fue y está, en la vivencia de los recuerdos, lo que ayuda a su perfección como tal, a su interpretación de la vida y de los seres, y le enseña que es el resultante de la suma de todo lo anterior. 

Es así como lo entiende Fernando Ochoa, cuando en la evocación de sus primeros pasos artísticos ante el publico porteño, con su debut en la recordada pieza teatral de José Antonio Saldías, "La muchachada de Montmartre", estrenada una lejana velada de la década del 20 en el teatro "El Nacional", hilvana nombres como los de Claudio Martínez Paiva, Yamandú Rodríguez, Alberto Vacareza, Martínez Cultiño, Ricardo Güiraldes... 

"fue-expresa-mi encuentro con los hombres de la época, maestros todos en el arte del bien decir escribiendo, les gustó mi auténtica manera de sentir la fuerza telúrica. Todos ellos me apoyararon y así resultó fácil el triunfo".

No se detiene en la emotiva enumeración. Otras presencias le ayudaron en la constante perfección de su técnica. Reconoce en su evocación sus actuaciones junto a Leonor Rinaldi, Eva Franco, Tita Merello, Juan Carlos Thorry, Narciso Ibáñez Menta, Alberto Bello, Amelia Bence, y a doña Lola Membrives, en cuya compañía lo escucharon y aplaudieron por primera vez los públicos europeos. 

Y en ese casi íntimo soliloquio, en que los recuerdos estrechamente con los primeros y emotivos episodios de su vida artística, 
Fernando Ochoa parece alejarse física y espiritualmente del interlocutor, para sumirse en reconcentrada atención de voces interiores, cuando menciona el nombre de Carlos Gardel, de quien se declara ferviente admirador. 

De él dice: "los artistas aparecen y se desvanecen, y sólo logran perdurar cuando consiguen alcanzar una personalidad y un sentimiento local como el del "zorzal".
Y tan grande es su admiración por el máximo intérprete del cancionero porteño que siguiendo su consejo, aún después de tantos años de su trágica desaparición, Fernando Ochoa jamás aceptó volcar su expresión artística en el disco.

Recién ahora lo hace claudicando al sentir de la inmensa mayoría de un publico que lo admira y que exigía la entrega de este, su primer LP. 

En él, Fernando Ochoa amalgama sus acabadas dotes de intérprete con su recóndita inspiración poética, en páginas que firma con su seudónimo Goyo Godoy y cuyo conjunto no hace más que reafirmar sus valores de artista nato y vate inspirado de las más altas expresiones de la argentinidad.

FERNANDO OCHOA
Voces de la Patria grande.
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