nacía SANTOS LIPESKER,
................................................ Biografía de JULIO NUDLER,
publicada en la página webb TODOTANGO.
Extraído del libro "Tango judío. Del ghetto a la milonga",
Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1998.
CLARINETISTA, BANDONEONISTA, COMPOSITOR
10 de octubre de 1918 - 30 de junio de 1978
Seudónimos: André, Vincent Morocco, Valentino
En los tiempos en que Leo, su hermano, integraba la orquesta
de Pedro Maffia, logró en 1934, que incorporase a Santos, a pesar de que su
instrumento era el clarinete, si bien pronto se supo que por las suyas y casi a
escondidas, con su notable versatilidad, se había hecho ducho con el fuelle.
Troilo diría de él, al escucharlo tocar “La casita de mis viejos” y “Los
mareados” en solo de bandoneón, que era «el perfecto armonista».
Según Horacio Ferrer, Homero Manzi lo había escuchado en
Rosario (debió de ser en el Salón Ideal) e impulsado a venirse a Buenos Aires,
pero según el propio Santos, a Manzi lo había enviado expresamente Maffia para
traerlo consigo a la Capital y probarlo. La orquesta de Maffia ensayaba en casa
de los Lipesker, en Bartolomé Mitre al 2300.
Formó parte en 1939, de un quinteto junto a Sebastián Piana
(piano), Pedro Maffia (bandoneón), Abel Fleury (guitarra) y Alfredo Corleto
(contrabajo), conjunto que estrenó “Milonga triste”, entonada por Alberto
Gómez. Sin embargo, para ese entonces ya llevaba tres años dedicado más al
jazz, la música sincopada, especialmente como saxofonista, que al tango.
Durante el resto de su carrera, hasta morir en el invierno
del año de 1978 (ocho años después que Félix y quince meses antes que Leo), se
consagró con intensa actividad a todas las formas posibles de música comercial,
sin perdonar al tango, que interpretó livianamente con “André y su Conjunto”,
apelando paradójicamente a ejecutantes de tanta calidad como los pianistas
Jaime Gosis y Dante Amicarelli, además del guitarrista Ubaldo De Lío. Aunque
grabaron profusamente, toda aquella producción cayó en un absoluto olvido, al
igual que la extensa obra autoral de Santos, lo que contrasta con la
supervivencia de otros aportes más genuinos al género. También es cierto, sin
embargo, que las hinchadas de fútbol siguen hoy utilizando sin saberlo melodías
suyas para sus cantitos. Santos dirigió además, sucesivamente, las orquestas
estables de Radio El Mundo y de Canal 9.
Fue, efectivamente, un compositor copioso, que siguió
escribiendo tangos hasta el final. En 1938, cuando él y el cantor Martín
Podestá actuaban con Pedro Maffia, le dedicaron a éste y a todos los compañeros
de la orquesta el tango “Tristezas”, de refinado romanticismo. De 1940 es “Sólo
una palabra”, con letra de Carlos Bahr.
Con el tiempo, la línea autoral de Santos, el miembro más
popular del clan Lipesker, fue desviándose hacia el oportunismo, hasta extremos
llamativos. En 1948, dio a conocer “Una carta para Italia”, tan prolífico como
desafortunado. Este tango destacaba la felicidad de un inmigrante italiano que,
al escribirle a su mamma, contraponía una paradisíaca Argentina a la miseria de
su patria. Aunque sin nombrar a Juan Perón, este tango resultaba claramente
propagandístico, una de las raras excepciones dentro de la prescindencia
política del género.
Una anterior y, dentro de su liviandad, mucho más rescatable
colaboración con Yiso fue “Bolero”, tango satírico que cuenta la resistencia de
un porteño ante la invasión de ese ritmo y que Osvaldo Pugliese grabó a fines
de 1947 con Roberto Chanel, un cantor de gran capacidad histriónica.
En 1957, Santos compuso con el humorista Aldo Cammarota y el
actor e imitador Délfor el tango “Jacobo Gómez”, para ser difundido a través de
“La revista dislocada”, audición cómica de enorme suceso en Radio Splendid. La
letra reitera como un sonsonete, en escala invertida que desciende del do al
re, la pregunta “¿Cómo que no poide ser?”, tomando como personaje a un judío
(ruso o moische, según las designaciones más comunes) desesperado por casar a
su hija, pero que luego se comporta como un tacaño a la hora de organizar la
boda. Fuera de la utilización del valesko en algunas piezas jocosas de los años
20, nunca ningún tango que alcanzara difusión se mofó de los judíos, como fue
sí común en películas, revistas teatrales y radio, recurso amplia y a veces
desaprensivamente capitalizado por actores como Adolfo Stray y Tato Bores.
Un año antes, compuso “Petitero”, tango igualmente burlesco
y más bien burdo que fustigaba una moda del momento, cuyo epicentro era el
elegante Petit Café, de Santa Fe y Callao. Del resto de sus tangos puede
rescatarse “Hablemos francamente”, compuesto en 1953 con letra del poeta
popular Héctor Gagliardi, y sobre todo “Concierto al arrabal”, una obra
instrumental de 1955.
Así como es difícil trazar una valoración de los Lipesker
como artistas populares, al mezclarse y confundirse en ellos el talento musical
con el afán mercantil, también convivían la búsqueda del lucro y el
desprendimiento. Leo solía invitar a comer a toda una orquesta, y jamás
permitía que otro pagase. Tanto él como Santos eran sibaritas, y hallaban
placer en ganar fortunas y gastarlas casi al mismo tiempo. Santos, tan
pantagruélico como Luis Rubistein, no vacilaba en volar a Montevideo con todos
sus músicos para festejar algún éxito con una comilona en cierto restaurante de
su preferencia.
Extraído del libro "Tango judío. Del ghetto a la
milonga", Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1998.
fuente: TODOTANGO
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