sábado, 8 de septiembre de 2012

ACCIDENTE DE BELLA VISTA

ACCIDENTE DE BELLA VISTA, 8 de septiembre de 1989.
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El accidente
Todo comenzó –según los testimonios– con un sueño: viajar a Niza (Francia) a participar de un festival folclórico internacional. De allí pretendían viajar hasta España para reunirse con uno de los guitarristas de Alfredo Zitarrosa y radicarse en Europa.
“La delegación” estaba conformada por Zitto Segovia, Johnny Berh, Carlos Chango Paniagua, Daniel Yacaré Aguirre, los hermanos Miguel Ángel Michel y Joaquín Sheridan, Carlos Miño, César González, Ricardo Scófano, Ricardo Tito Gómez y Cacho Espínola. Zitto Segovia era cantautor de la “nueva trova” del Chaco. Entendidos le adjudicaban por esos tiempos un estilo “renovador” y un futuro prometedor. Johnny Berh, percusionista de Zitto, también formaba parte de aquel sueño de llegar a Francia. “Aportaba la rítmica precisa para el inédito repertorio de Segovia en sus chamamés-candombes y charandas que exhumara con gran aceptación popular”, dicen las crónicas. Ambos murieron.

Los hermanos Gringo y Michel Sheridan se habían unido a otro de sus hermanos, el Bocha (Santiago) y a Ricardo Tito Gómez. Los cuatro formaron un conjunto denominado “Reencuentro”. En el momento de la tragedia, el cuarteto chamamecero estaba gozando del aplauso que merecieron algunos de sus primeros trabajos discográficos. Su repertorio fue calificado como “muy personal” y ensamblaban acordes y arreglos instrumentales y creativos del Gringo y de Tito, con las voces de Michel y Bocha. 
El Gringo y Michel murieron.

Leónidas Chango Paniagua estaba en el Trío Corrientes, con Ricardo Scófano y Oscar Espíndola. Estos dos últimos salvaron milagrosamente sus vidas de las torrentosas aguas, pero no así Paniagua.

El mítico Yacaré Aguirre, recitador y presentador de conjuntos chamameceros que había iniciado sus actividades dentro de la música junto a Tránsito Cocomarola, fue el sexto chamamecero muerto 18 septiembres atrás.
Del trágico accidente logran salvar sus vidas Miño, González, Scófano, Tito Gómez y Espínola. Zitto, Johnny Berh, Paniagua, Yacaré Aguirre y los hermanos Sheridan tuvieron otro destino: la inmortalidad.
Señales de la tragedia
Los relatos sobre la tragedia aseguran que la delegación tuvo un fuerte revés por parte de un funcionario del gobierno correntino y no pudo participar de un festival donde pretendía difundir su música. En ese momento, decidieron realizar una gira por distintas localidades del Nordeste. Primera señal.
Una presentación de esta gira se realizó en el Teatro Juan de Vera, en la capital correntina. Para el viernes 8 de septiembre de 1989 estaba programada la segunda presentación en Bella Vista. Ésta nunca llegó a realizarse.

Es que ya en Bella Vista los chamameceros realizaban una prueba de sonido en el club donde sería el recital. En ese momento, Yacaré Aguirre habría coordinado una entrevista con un programa radial del conocido radio-cable de la ciudad.
Parte de los músicos y el presentador fueron a la entrevista periodística con la idea de volver a las 18 para el ensayo general.
Después de un programa ameno en el radio-cable, que de tan ameno se extendió más de los esperado, a las 19.30 de aquel viernes, Zitto, Johnny Berh, los Sheridan, Paniagua, Yacaré Aguirre, Miño, González, Scófano, Tito Gómez y Espínola volvieron a subir al colectivo junto a los dos choferes. Estaban llegando tarde al ensayo.
Cuando llegan a la primera esquina e intentan doblar, una camioneta mal estacionada obliga al chofer del colectivo a girar bruscamente quedando la trompa del transporte apuntando hacia el río.

Consciente de la pendiente, el chofer “tranca” una rueda contra un cordón e intenta dar marcha atrás al viejo Aklo (marca del colectivo) de procedencia inglesa. Pese a acelerar a fondo el motor no consiguió mover el trasto.
Ante los intentos fallidos y la premura de los músicos, Ricardo Scófano, que había nacido en Bella Vista y conocía la zona, le dijo al conductor: “Esta porquería no va a subir marcha atrás, más vale que des la vuelta por abajo y salimos por otra calle". Como la tarde había oscurecido y la visión sólo llegaba hasta donde llegaba la luz de los faros, el chofer, que a diferencia de Scófano no conocía la ciudad, no pudo notar que al final de esa bajada estaba el Paraná y accedió al pedido.
El recorrido final
No bien el neumático zafó del cordón que frenaba al colectivo, éste empezó a andar la bajada. A medida que las ruedas completaban un giro, la aceleración aumentaba. Después de unos cuantos metros, la velocidad ya era de más de 100 kilómetros por hora, según determinaron los peritajes.
En la primera curva, el colectivo ya estaba totalmente fuera de control, hamacándose sobre sus costados, quedando sostenido primero por las dos ruedas derechas y después por las izquierdas, según recordaron los sobrevivientes. “Los frenos no funcionan”, gritó el chofer, sin saber cómo detener la marcha mortal y con un coro de desgarradores gritos detrás.
Fueron 300 los metros que recorrió el colectivo. El último grito que se escuchó fue el de Scófano: “¡¡¡Guarda que nos vamos al agua!!!”. En los últimos metros, las dos ruedas golpean el cordón de la costanera y el tren delantero del Aklo se despegó del suelo y volteó una palmera, las ruedas traseras derribaron la baranda provocando un estampido… después fue todo silencio.

Dentro del colectivo suspendido en el aire, los relatos de los sobrevivientes aseguran que Zitto Segovia, sentado en el apoyabrazos de unos de los asientos del pasillo aturdió: “Jesús, yo no sé nada”.
Carlos Miño abrió en el aire una de las ventanilla previendo una vía de escape. La altura que verticalmente separó el punto en que el micro abandonó la bajada de la superficie del agua era de aproximadamente
15 metros.
El colectivo se inclinó hacia delante por el peso del motor. Cuando impactó a unos
30 metros de la costa por el impulso que traía de la bajada, estalló el parabrisas irrumpiendo violentamente el agua al interior, impidiendo a los choferes despegarse de sus asientos. Hacía mucho frío, razón por la cual todos iban abrigados con camperas y todas las ventanillas cerradas. Todos condimentos que fueron mortales.
Llanto sobreviviente
Carlos Miño habría logrado salir por la ventanilla y detrás de él fue Tito Gómez. Éste tardó más en salir porque no veía nada ya que había perdido sus anteojos. Recién cuando el colectivo tocó el fondo del río logró despegarse del chasis y emergió a la superficie, exhausto de bracear.

“En plena oscuridad no alcanzaba a visualizar ningún punto de referencia más allá de escuchar los gritos de sus compañeros de infortunio pidiendo auxilio. El río estaba encrespado esa noche, la corriente del canal lo arrastraba rápidamente río abajo y comenzó también su pedido de ‘socorro’, ‘auxilio’”, cuenta un relato sobre la tragedia. Un pescador escuchó esos gritos y corrió por la costanera hasta el lugar en que el Paraná lo llevaba inexorablemente hacia la muerte. “¡Vení nadando para acá!”, le gritó. “No sé nadar”, fue la respuesta de Gómez.
El pescador le arrojó un salvavidas y con esa ayuda alcanzó la costa. “Dios lo apartó del infortunado destino que corrieron los ocho ahogados”, aseguran los que conocen la historia.

Ya en la costa, solo, perdido y en estado de shock… lloraba. De pronto, escuchó una voz que le gritaba “¡Tito, Tito!”. En sus ojos nublados se fue aclarando la figura de Ricardo Scófano. Se abrazaron y lloraron a los pies del Paraná que parecía impune.
Colectivo con alas
El 8 de septiembre quedó marcado para siempre en el corazón de los correntinos, con esa marca que sólo deja el luto, la tristeza, lo inexplicable.
Allí se fueron los que habían florecido, los que estaban floreciendo, los que ya habían hecho una huella y los que empezaban a transitarla desde el chamamé.
Había entre ellos compositores, acordeonistas, cantores, recitadores, guitarristas, bailarines, un cúmulo de gente feliz en la plenitud de sus carreras y en un momento en que el chamamé, después de una larga postergación, empezaba a brillar con una fuerza que ni la misma tragedia ya pudo empañar, porque, a pesar del dolor, el chamamé se irguió, se doblegó, sacó fuerzas, voces y sonidos desde lo más profundo y renació en cada nueva propuesta.

¿Pero qué paso con los que quedaron? El olvido injusto condenó a algunos de ellos, otros prefirieron guardar silencio, y comenzar de nuevo como podían, porque no sólo sobrevivieron los que pudieron saltar de aquella loca carrera emprendida por ese colectivo que, a decir de los que lo vieron, “parecía tener alas”, alas rotas que lo hicieron llegar apenas hasta el agua inconmovible. Están también los que tenían que ir y el destino desvió su camino, y por ese motivo se consideran lógicamente sobrevivientes...

Si uno visita Bella Vista en cualquier época del año, pero especialmente en septiembre, y se pone a conversar con algún solitario pescador en esas costas, puede sentir, puede ver y revivir, por un momento, todo aquello, observando las aguas y sus remolinos tramposos, la fuerza de esas corrientes que parecen enormes cintas que se mueven caprichosamente, puede imaginar a la distancia en la costanerita, aquel “colectivo con alas” rumbo al infinito, y la alfombra rosada de los lapachos le dan ese marco increíble de sol, color, agua, playas... y a los lejos, muy a lo lejos... el viento parece traer acordes de guitarra y acordeón, la voz de Michel, de Zitto y a Yacaré diciendo: “¡Sí, señor, Corrientes tiene payé!”.
La reacción popular
Días posteriores: los cuerpos, flores al río y un gran funeral.
El accidente que cobró la vida de ocho personas el viernes 8 de septiembre de 1989 conmovió a las comunidades correntina y chaqueña, que siguieron con angustiada expectativa la búsqueda de los cuerpos. El colectivo se rescató del agua el domingo. Muchos de los sobrevivientes se quedaron en Bella Vista para seguir los hechos de cerca.
Cuando logran sacar el colectivo del agua, no encuentran ningún cuerpo. Resulta que el parabrisas del colectivo se desprende del mismo cuando impacta en el agua, y la parte trasera del colectivo tenía apenas un plástico, que también se desprendió tras el impacto.

Una semana después del accidente, aparecieron los cuerpos, primero el de Carlos Paniagua, Yacaré Aguirre y el de uno de los choferes, José Toledo.
El cadáver de Zitto Segovia apareció nueve días después de la tragedia. Unos días antes, se realizó una gran marcha de amigos y seguidores del músico. Los mismos llegaron al puente Belgrano para arrojar ofrendas de flores y orar por la aparición del cuerpo.
La aparición de Zitto Segovia dio paso a uno de los funerales más populares que recuerde la provincia del Chaco. Con la participación de miles de personas que acompañaron las exequias, en el velatorio realizado en el Domo del Centenario, y luego en una multitudinaria caravana desde allí hasta el cementerio San Francisco Solano.

Nota publicada en el diario LA REPUBLICA de la ciudad de Corrientes.
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VIDEO HOMENAJE A LOS MUSICOS FALLECIDOS EN EL ACCIDENTE DE BELLA VISTA.

SUBIDO A YOU TUBE POR LA OTRA MIRADA.


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